26 de noviembre de 2013

Masturbatón contra las calientahuevos

Frente a la discusión de violencia sexual, machismo, indignación, declaraciones petardas y satanización de la minifalda, vale la pena hacer un alto y conmemorar a una de las razas más extendidas en la fauna nocturna.

Por: IVÁN BERNAL

No todas las mujeres que te sonríen, te hablan al oído, te bailan apretando sus redondeces contra tu rigidez y parecen listas para el combate horizontal, van pa esa. No todas las que visten faldas microscópicas o jeans ceñidos y se inclinan ante nosotros, provocando así levantamientos súbitos en escenarios laborales o estudiantiles, van pa esa. No todas las que te rozan de vez en cuando con sus dos partes más puntiagudas, quieren repetir el ejercicio sin tela encima. Hay que tenerlo muy claro: para muchas, nuestras erecciones son un medio, no un fin.
 
Sin duda, que le calienten a uno los huevos es uno de los motivos de mayor indignación existente. ¡No más!, es hora de protestar: hagamos una Masturbatón en su contra.
 
Basta de usar el pene como una llave para abrirse puertas, si no nos van a dejar meterlo en el ojo de su cerradura. Muchas no ven en la entrepierna otra cosa que una palanca, que mantienen dura para alcanzar favores y objetivos. Es importante saberlo, entender que en varios casos habrá que conformarse con que nos hayan erguido el tubo, con la certeza de que no lo van a lustrar nunca con sus labios, como tantas veces nos hicieron imaginar; ni aunque les digamos que asistimos a una capacitación en técnicas de 50 Sombras de Grey.
 
Las calientahuevos son una de las razas más extendidas en la fauna nocturna, aunque también se les ve con frecuencia cazando en los campos universitarios.
Deberíamos estar entrenados para identificarlas, pues son hijas de la filosofía del fútbol colombiano, del “mucho toque toque y de aquello, nada”. Sin embargo, se manifiestan de formas tan convincentes cada vez, que resultan casi imposibles de detectar. 

¿Cómo vas a sospechar que esta ricura que sonríe contigo, que te tropieza con sus prominencias, que está feliz de tomarse fotos juntando los cachetes y te acepta todas las invitaciones, solo está ahí por las invitaciones?

Estás obnubilado, pasas mucho tiempo imaginando todas las formas en que la vas a clavar, como para darte cuenta de que ella ya te tiene clavado. O, más bien, agarrado de las pelotas y sacudiéndotelas a su conveniencia. Solo quien haya sido su víctima, sabrá reconocerlas a tiempo para evitar sus mordidas al volver a encontrárselas en el camino.
 
Brillan y sonríen de una forma que crees especial, se acomodan un escote inflado que hace estallar la imaginación, se te sientan cerquita, siempre propiciando el contacto entre las pieles, se sonrojan ante tus hueseras y te ponen la mano en las piernas al reír. Parecen estar “copiando”, la coquetería va bien. Dan la impresión de estar de acuerdo, de querer que las cosas sigan hacia delante, o más bien, hacia abajo. Te mira con profundidad y aprieta los labios, recibe cada piropo con complacencia. Le gustas, todo lo indica, así que no hay problema en darle ese coctel en el fondo de la carta que de repente le provoca, ni el ceviche, ni etc etc. Justo cuando tú estás pensando “media adentro”, ella está pensando “me parece que he visto un lindo marranito”.
 
No siempre la que toca cajetilla quiere cigarrillo, no siempre ese huevito quiere sal. Más bien, hay que estar atento porque en cualquier lugar te puedes topar con una abanderada del “puro tilín tilín y nada de paletas”. Las que viven de la ilusión, expertas de la provocación y despertar excitación para sacarle el jugo. Maestras en hacer creer que están hambientas, que están a punto de quitar el empaque y darle una probadita al helado de carne relleno de leche condensada. En realidad, son felices volviéndolo a guardar a la nevera sin pelarlo.
 
Puras risas y miraditas juguetonas cada vez que te la encuentras, cada vez que la saludas. La mente masculina se enciende fácil, cual fogón de gas. “No aguanta una apretada”. “Se ve que es empaque abre-fácil, un empujoncito y va para la que sea”, son ideas que empiezan a hinchar la cabeza en cuestión de segundos, y ellas lo saben.
 
Hasta que, de pronto, llega un:
— ¿Ay, por qué no me haces ese trabajito?

— ¿Ay, por qué mejor no me das un chupetón acá abajo por 20 minuticos— se te ocurre responderle, aunque no lo haces. Guardas esperanza, así que sonríes, e insistes, motivado por convicciones como “es probable que eso abra con unos cuantos lubricantes alcohólicos”.
 
Hay que armar un ataque y ser contundente, actuar con precisión, salir, enterrar y retirarse. Como decía Alí, “flota como una mariposa, pica como abeja”. Error. La lógica del conquistador se ve desafiada por las calientahuevos, van un paso adelante. Quizá una primera vez amenazarán con pagar lo suyo; no te confundas, es un amague, para que desencadenes todo tu despliegue de caballerosidad propolvo. Entonces el camaleón saca la lengua y te traga, seas mariposa o abeja. Que un heladito, que el cine, que se deja tomar por la cintura pero no acerca su rostro; luego comida, postre, bailas, ríes, gozas, cada vez la abrazas más cerca, y pagas la cuenta sin revisarla y con la propina entera, para mostrarte bondadoso, amplio, como ella lo está siendo al dejar que te le arrecuestes en medio del sudor, ante cada reggaeton.
 
“Sé que quieres, se te nota....”, suena en tu cabeza, y en la de ella: “te lo agradezco, pero no”. Chao, solo un besito en el cachete y hasta el taxi pagaste. Solo entonces, en el camino de regreso, empiezas a sentir el dolor en las huevas y el bolsillo, con las dos cabezas gachas.
 
El error está en creernos demasiado nuestro propio éxito, no desconfiar, alentados por la posibilidad  del polvo, creciente como la erección. Enceguecido por su cercanía y la calentura que se va gestando en los testículos, olvidas que le ofreciste una cerveza y ya lleva 4, una más que tú. Y 2 a su amiga. Porque son expertas en “dar muela”, y generalmente operan en duplas. Entiéndase “dar muela” como la explotación de la arrechera. Son como esas mineras que sacan y sacan pero no devuelven nada, ni una chupadita.
 
Se mimetizan con las que de verdad andan FM (Faltas de mondá), puesto que imitan sus técnicas de seducción para atrapar al marrano que será blanco de sus muelazos. Solo con el tiempo se puede diferenciar si estás ante una calientahuevos, o si, de hecho, va pa esa.
 
Van cediendo, abriéndose cada vez más, para mantener viva la fe de que le podremos dar muela a su tanga, y lengua al pastel. Estimulan la prolongación de nuestra parola, la incitan con besitos cada vez más cercanos a la boca, con vestidos cada vez más cortos y leggins cada vez más penetrantes, y regalándonos halagos como “chévere cómo te queda esa camisa”. Chévere la mondaquera que te quiero dar. 

La cabeza de abajo pasa al control ante ellas, se convierte en su instrumento, nos grita que sigamos adelante, que creamos. Una cobra tuerta que hipnotizan con la ondulación de sus caderas para lograr que haga lo que desean. ¿Para qué? Quizás ayudas académicas, laborales, o para pasar una noche entretenida con una cena en un buen restaurante y unos tragos en alguna discoteca de moda. O varias noches, dependiendo del marrano.


Según su maestría, algunas son capaces de mantener la atención y la erección en alto por semanas, a base de excusas y aplazamientos con una voz orgásmica que arrecha por si sola. Se han registrado casos demarranos que han durado meses llevando y trayendo calientahuevos, a punta de promesas y arrecostadas periódicas. "Ahí estamos", "vamos sin afán", dicen los pobres imbéciles cuando alguien les pregunta si ya la clavó.

Ellas seguirán indefinidamente beneficiándose de todo lo que les dan a cambio de pequeñas revelaciones, un poco de piel aquí y allá, una falda que se acerca al filo, una aureola que se asoma. Hasta que un día el marrano se entera de que hay otro que sí le está dando lo que él siempre ha querido: verga. La que va a dar el culo no lo aplaza ni saca excusas, lo da y ya.
 
Todos hemos sido marranos alguna vez, pero hay distintos niveles. Lo que nos diferencia es qué tan pronto descubrimos que la posibilidad del sexo solo existe en nuestras cabezas, para ellas es solo un señuelo. Yo me he topado con varias. Aunque siempre me vengo con sendos chorros.
 
Hay en su conversación claves para detectarlas, declaraciones reveladoras, del tipo: “Hay que rico un coctel de camarones ahora”. “Me provoca como un helado de chocolate”. “Hace rato que no voy a cine” “Voy con mi amiga porque hoy está sola”. “¿Ay para dónde vas — y tú creyendo que quiere hacer algo contigo, le dices que estás desocupado y trajiste el carro—  es que me voy a encontrar con una tía a las 7, me llevas?”. “¿Ay tú sabes inglés, me ayudas revisando esto?”
 
— Ay es que tengo unas ganas de salir hoy.
— Huy qué chévere.
— ¿No te animas? Hoy hay una fiesta en Andrés DC.
— Claro mi vida.
— Ay pero es que no tengo plata
 
#AlertaCalientahuevos. O cosas como “Nene me tengo que ir para mi casa, porque mi papá me está esperando”. ¿Pero cómo así? Ahora que estamos todos calientes, en medio del sudor, ¡y apenas son las 12! O que después de todo el apretujeo te salgan con un “No, es que tu tienes novia”.

Cambian el tema de conversación cada vez que intentas ponerte íntimo. Miran para todos los lados, o sueltan carcajadas y te dicen con condescendencia: "No seas bobo", "tú si eres gracioso". Otra táctica es fastidiarse, decir que qué aburrimiento, o que le dieron cólicos. Tal vez hasta se vaya y pague lo suyo, en un arrebato de dignidad muy eficiente en su propósito de hacerte sentir culpable. La coquetería del primer día nunca se repetirá. 
 
Insisto: el truco está en identificar a tiempo hasta dónde va la cosa, antes de que nuestras finanzas resulten demasiado lastimadas, al punto de tener que robar el papel higiénico en la oficina. 

Si tras un par de citas haces una sutil aproximación con intenciones de besarla, durante un abrazo cálido en el taxi, y te dice que no quiere dañar la "bonita amistad" que tienen, #AlertaCalientahuevos. Corre de ahí, que ahí no te vas a correr nunca. Amigo el ratón del queso y se lo come. Ante negativas de ese tipo, es bueno evaluar toda la inversión que has hecho en esta amiga, objeto de atenciones especiales. Si por ejemplo te dicen que es que vas muy rápido, que es prematuro a pesar de que llevan dos idas a cine, a comer y a bailar sin que le hayas metido mano, ella te está metiendo el freno de mano, y claro, pasándola rico mientras tanto. Es más, si a la tercera salida la lengua no ha aparecido, abandone. Es inhumano poner la lengua a hablar y hablar carreta detrás de una humedad que nunca va a probar. A menos que sea evangélica, en cuyo caso recomiendo abandonar también, e irse a una discoteca.
 
O vaya a un restaurante-bar. En ese espacio encontrará un gremio que cuenta con algunas de las más grandes calientahuevos de la humanidad: las meseras. Bailan, festejan, sonríen, rozan la mano al entregar la cerveza, sonríen, se suben a las sillas y muestran sus piernas, bailan, tropiezan sus senos contra tu nuca. Son lindas, hermosas, apetitosas, bien maquilladas y peinadas, bien ajustadas. Si hablan inglés, te dicen que eres bienvenido para ellas: “You’re wellcome”. “Enjoy”, te susurran en el oído. No se quejan de nada. Invierten la relación de poderes hombre-mujer. Contrario a lo que pasa con novias o esposas, aquí nosotros siempre tenemos la razón, como clientes que somos. Encarnan un ideal machista, son hermosas y están felices de servirnos. Pero les estamos pagando, y mucho más en la medida que nos hagan sentir especiales. Aunque después de entregar el billete volteen y nos olviden para siempre.
 
Quizá por eso Andrés Jaramillo dice las barrabasadas que dice. Cómo más puede pensar un tipo que vive inmerso entre mujeres que andan en modo “complacer”. Su intento de minimizar una presunta violación a las afueras de su restaurante, preguntando ¿a qué jugaba la víctima usando una minifalda?, clasificó directamente al top de ‘Los 14 Chirretazos de 2014’.


Creo que la opinión pública ha pasado por alto lo más importante del caso Andrés Carne de Res: en ese restaurante se puede tener sexo sin problema; al menos en la parte de atrás, con aval de los guardias, que pueden verte y no decir nada. Al parecer, prestan las instalaciones a los clientes. Lo cual es razonablemente ventajoso para una salida, si miras las tarifas de los moteles.
 
Lo que dijo el dueño del lugar es, sencillamente, una idiotez. Bajo esa lógica de que la provocación hace al delito terminaremos imponiendo el uso de burkas en las playas. Habría que prohibir el concurso nacional de la belleza, para evitar el embate de los libidinosos con derecho. 

Así piensan en la cárcel, y el mismo criterio le aplicarán para obligarlo a recoger el jabón, varias veces.
No quiero trivializar la importante discusión que se da por estos días sobre violencia sexual, para eso bastan el montón de columnas de opinión que han escrito al respecto. No puedes tocar a una mujer si ella no quiere, por más que te caliente los huevos o por más piel que muestre. Creer que sí, es como decir que el hecho de cargar mucha plata justifica que te la roben. Esa máxima locombiana de “Papaya puesta, papaya partida”, nos dejará a todos partidos y sin papaya. La única papaya que hay que partir es la que nos ofrecen legítimamente, o la que nos hemos ganado. 

Nada le da autoridad a un hombre para agredir sexualmente a una mujer, ni viceversa. Aunque a mí sí que me agarren el culo y el tubo todas las viejas que quieran y abusen de mí en donde sea (Tristemente, solo las maluquitas tienen ese tipo de arrebatos). 

Pagarle todo no significa que ella se vaya a acostar con usted, ni que lo tenga que hacer. Podrán ser calientahuevos, pero prostitutas no.
 
Precisamente hay que estar alerta por eso. No hay que creer que la seducción insidiosa de las calientahuevos confiere algún tipo de autoridad. Son mujeres que usan su vértice húmedo para cautivarnos, hechizarnos y tenernos a su merced, pero saben que su poder reside en mantenerlo fuera de nuestro alcance, en un terreno platónico. Hay que cuidarse de ellas.
 
El señor Andrés del Mundo de Al Revés tiene una profunda distorsión conceptual que le hace mucho daño al machismo legítimo y pacífico. Y puso en riesgo una de las prendas más sabrosas de la historia, la minifalda.
 
Soy prominifalda, no porque me quiera comer a todas las que las usan (aunque probablemente sí), ni porque crea que ellas estén buscando que se las coman por usarlas. Apoyo las faldas cortas por el poderoso placer estético de observar unas piernas hermosas. Y bueno, no está del todo mal una morboseada ocasional de cómo se verán abiertas. El uso de escasa tela estimula la caballerosidad, pues cuanto más corta sea la falda, con mucho más gusto las dejaremos pasar al frente y subir las escaleras adelante. 
Es el mejor invento en la historia de la moda. Sea ajustada u holgada, de jean o de cuero, con pliegues o de cuadros. Permite apreciar las piernas en toda su extensión, dimensionar la cadera y tener una noción muy precisa del tamaño y consistencia de la carne que se dibuja detrás de la tela. Incluso, delinear las dos porciones al ver caminar a quien la lleva. Con el baile y el caminar tienden a subirse, y si se está atento se pueden atisbar los extremos más ricos de la anatomía femenina.
Es más, en cualquier sentada podremos tener un vistazo del encaje o los colores escogidos para ese día. Además, facilita muchísimo el acceso digital, en la penumbra bajo la mesa.



Dan la oportunidad de poner en práctica las técnicas milenarias del Señor Miyagi, para una zambullida con la agilidad de la grulla y la contundencia del burro. Subir la falda de un jalón con la izquierda, apartar la tanga con la derecha, y enterrar con la del medio. Subir, apartar, enterrar; subir, apartar, enterrar... Es todo lo que debes saber, Culión-San.  

Pero el calientahuevismo es una tendencia más allá de las minifaldas. 
 
Son mujeres que conocen muy bien los atributos que tienen, y los usan; los resaltan o los revelan, en la medida que les convenga. Existen, y es mejor reconocerlas para unas mejores finanzas personales. Para enfocar nuestros recursos en mujeres que sí lo den. Incluso, para evitar tentaciones peligrosas, porque valga repetir: nada justifica una violación. Ni que nos restrieguen las nalgas en la cara, en cuyo caso lo máximo admisible sería darles un mordisquito. Ni siquiera si la vieja coge la guasamayeta y se la mete en la boca. Habría que dejarla actuar con cara de desprevenido, como mucho. No hay motivos válidos para agredir a nadie. A menos que ya sea en la cama y ella pida nalgadas o pellizquitos en los pezones #50SombrasDeGreyStyle (les dije que tenía una capacitación).
 
Los marranos también son víctimas. Destrozar sus sueños sexuales, pisotear su excitación, es otra forma de violencia. Por eso, en tiempos de besotones, abrazatones y catedratones, en Vergonymous convocamos a todos los marranos del mundo a que se unan a la Masturbatón.
 
En la Masturbatón se puede participar en un plano personal. Bastará una revista o un dispositivo con conexión a YouTube, para sumarse y lanzar al aire chorros de indignación desde cualquier punto del planeta. Eso de salir a marchar está muy perrateado. La fórmula se desgastó y ahora hay más marchas que ferias y fiestas de pueblo. Además, si se vienen los policías del Esmad con sus bolillos perdería sentido que los manifestantes también nos viniéramos con los nuestros. No es necesario que tengamos que ir a desnudar nuestras vergüenzas públicamente. Lo digo por ustedes, hombres que pierden el tiempo leyendo esta vaina. Porque aclaro que el mío sí me enorgullece, mujeres que pierden el tiempo leyendo esta vaina.
 
Podríamos hacer una carrera-protesta, también. El running está muy de moda por estos días, abandera todas las causas y es un gran insumo para actualizar Facebook e Instagram. Pero, desde ya, no cuenten conmigo. Prefiero el ranking ball
 
Que le anden calentando los huevos a uno y dejándolo cargado, sin disparar, es molesto, pero no hay que exagerar como para hacer algo diferente a una protesta que será olvidada en una semana. Las calientahuevos solo se están aprovechando de nosotros mientras nos hacen pasar un buen rato. Nos hacen creer y soñar.
 
En el fondo, no podemos hacer más que estar agradecidos con ellas. Por unas horas o días te puedes creer un completo Charlie Harper, un tipo que seduce con facilidad, bromas y un par de invitaciones. Alimentas la carpeta de material imaginativo para cuando admitas que nada va a pasar, y te dediques a pajearte todas las veces posibles en honor a su imagen. Qué, creías que esto iba a quedar así. No, no, no, esta foto tuya pasándole la lengua al cono de Crepes & Waffles que me costó $8.500, vale cada centavo.
 
Si la frustración es mucha, la próxima vez que se coma a su pareja cierre los ojos e imagínese a esa calientahuevos que tanto anheló, y a la que tanto le invirtió. Eyacule con potencia la frustración que se venía acumulando.
 
Obvio, no todas las que sonríen y aceptan atenciones son calientahuevos. No hay que ser tan prevenido, ni dejar de intercambiar sonrisas y galantear. Siempre hay posibilidad de resultar exitoso. En cuyo caso, también vale la pena evaluar si ameritó la inversión detrás del polvo; o si puede multiplicarse, ser la primera piedra de una bonita relación, en la que ella te dé muela por años. No se puede descartar que se trate solo de una chica difícil, pero que a final de cuentas sea un sí. Y toparse con una bilingüe, que la chupe por delante y por detrás.
 
Pero ¿Que de todas las salidas, llamadas, helados, cervezas, gasolina, detrás de los millones de "no" en la historia? ¿Todo el tiempo perdido detrás de todos esas promesas de polvos que se quedaron solo en eso, polvo en el aire? ¿Y qué de nuestros sentimientos, nuestros sueños húmedos frustrados? ¿Quién responde por esas parolas que no tuvieron otro fin que bajarse lenta, sola y dolorosamente? ¿Toda esa energía sexual reprimida, desperdiciada?

No hay nada peor que la arrechera no consumada. Le hace un gran daño a la sociedad. 
Vean a Petro.
 
Es momento de solidaridad en el género masculino. Por eso hago un llamado a todos los que han sido marranos alguna vez, y a quienes aún lo son en silencio por haberse casado.

Es momento de hacérnosla, en nombre de todas ellas que nos cocinaron los huevos y no se los comieron. Por todos esos labios que solo pudimos ver chupando helado, a nuestra costa mientras sufríamos calladamente. 

Protestemos en nombre de todas ellas, que llenamos de detalles y atenciones con ganas de llenarlas de leche. Por todas esas piernas que nunca se abrieron, todas esas vulvas que siempre imaginamos y jamás vimos. Pringuemos el mundo con nuestra indignación. ¡La arrechera no es un instrumento! 
 
No te quedes callado, basta ya, deja la indiferencia, pon tu granito de arena y al menos escribe un puto tweet: #Indignados #SiMeCalientaslosHuevosAlMenosDalesUnaChupadita 
#MenosCalientaHuevosMásNinfómanas #TeLlevoaCinePeroLuegoTeLaHundo 
#ComprémosleUnaMáquina deAfeitaraAndrésJaramillo #SiLaQuieresAquíTienesMiCarnedeRes 
 
Así como otros alzan su voz, levantemos nuestras vergas en protesta. No cambiará nada, pero un pajazo nunca está de más. Unámonos, por una Masturbatón en frente de la más grande calientahuevos que ha parido Colombia: Natalia París.

¿Sabes qué hora es? Es hora de protestar halándonos el pescuezo. 
Yo ya empecé.